HORA VEINTICINCO
La hora veinticinco se me acerca,
la hora que no es paz,
que no es tormenta.
Aquella que me envuelve de tu aroma
y me impulsa como el viento
a la hojarasca.
La hora que me azota en torbellinos
de pasiones,
desgastadas por el tiempo y la resaca.
Sufro por tu carne que no es mía,
por tus noches que compartes
y mis horas veinticinco que se
han vuelto rutinarias.
Junto al fuego que no enciende ni una vela,
yo derramo oscuridad por todas partes.
Octubre 1, 1982
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